Texto: Abby Abrams
Los hábitos deficientes de nuestra alimentación se traspasan a través de nuestro ADN. Los excesos de la sociedad en el consumo de alimentos llenos de azúcar, sal y grasa pueden arruinar nuestro sistema inmunológico, según un nuevo estudio.
La investigación publicada en Nutrition Journal examinó el impacto que la dieta occidental y el estilo de vida tiene sobre la función inmune de las personas. Tras el estudio, se halló que la gran cantidad de calorías que ingerimos con los alimentos procesados y la comida rápida puede conducir a problemas de salud tales como un aumento palpable de la inflamación, la reducción del control de la infección, un incremento de tasas de cáncer, y un mayor riesgo para desarrollar la enfermedades alérgicas y autoinflamatorias.
Pero, no solo nos estamos perjudicando a nosotros mismos. Los autores del estudio apuntan que los hábitos dietéticos pobres que conseguen «codificar» tanto la estructura del ADN como el microbioma intestinal, lo que significa que la elección de alimentos y estilo de vida pueden cambiar de forma permanente el equilibrio de las bacterias en nuestro cuerpo y pueden debilitar el sistema inmunológico. Y eso se traduce también que esos cambios pueden ser heredados por nuestra descendencia.
El autor del estudio, el Dr. Ian Myles, señaló que estaba sorprendido por la forma en la que las bacterias intestinales determinan la salud de un niño. «Nuestros cuerpos son una especie de mini-ecosistema, y cualquier cosa que perturba nuestras bacterias pueden alterar nuestra salud de manera profunda», añadió.
Myles, médico del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, dijo que la única forma de que las personas eviten estos efectos inmunes es mejorar sus dietas.
Para ello, es primordial, evitar los azúcares procesados, eliminando grasas homogeneizadas. «Yo siempre digo a la gente que hay una gran diferencia entre la grasa en un trozo de pescado o carne, y comer la grasa como parte de los alimentos procesados.»
Igualmente es necesario introducir en nuestros hábitos alimenticios una dieta equilibrada y por tanto, antiinflamatoria, para precisamente evitar el proceso mencionado anteriormente. Un ejemplo de ello es la Dieta de la Zona del Dr. Barry Sears, con la que lograremos un control de la insulina, al equilibrar la relación carbohidrato/proteína en cada comida además del aporte de grasas saludable (mono saturadas) no inflamatorias.
En este sentido, nuestra dieta deber estar compuesta en un 40% de carbohidratos de bajo índice glicémico (principalmente frutas y verduras), 30% de proteínas bajas en grasa (carnes desgrasadas, lácteos descremados) y 30% de grasas saludables (aceite de oliva, palta, nueces, almendras).
Otro componente clave de la dieta es la suplementación de ácidos grasos omega 3 que actúan como un potente antiinflamatorio y otorgan grandes beneficios a la salud cardiovascular contribuyendo al control del colesterol, los triglicéridos y las LDL.
Los componentes de una dieta antiinflamatoria consideran un equilibrio entre carbohidratos, proteínas, grasas y el suplemento de omega 3, además de evitar el consumo exagerado de ácidos grasos omega 6 (aceites vegetales de maravilla, pepa de uva, etc.)
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