El consumo de pescado proporciona una fuente saludable de proteínas, es relativamente bajo en colesterol y además proporciona ácidos grasos omega-3 funcionales como el EPA y el DHA. En este marco, son ampliamente conocidos los beneficios de estos alimentos.
Sin embargo, las personas que comen pescado deben sopesar los beneficios del consumo de pescado, frente a la posible exposición a contaminantes, sobre todo mercurio. En este sentido, el consumo de pescados y mariscos es, de hecho, la principal fuente de este metal, que se acumula en el cuerpo humano y provoca daños en múltiples órganos, especialmente en el sistema nervioso.
La información disponible también señala, que contaminantes como el mercurio tienden a bioacumularse en los peces depredadores y también es motivo de preocupación en el tamaño de los peces. Dicho de otra forma, los niveles de mercurio en los peces aumentan con el tamaño corporal de los mismos. En este sentido, los consumidores que comen pescados más grandes, pueden tener una mayor exposición a contaminantes, respecto de aquellas personas que comen pescados más pequeños.
En cuanto al aporte de omega-3, las diversas especies de pescados se pueden clasificar en cuatro grupos, dependiendo del contenido lipídico: pescados magros como el bacalao (<2% de grasa), pescados bajos en grasas como como el mero (2 – 4%), pescados medio grasos como el salmón (4 – 8%) y pescados grasos como la anchoveta (>8%). En este último aspecto, es precisamente la anchoveta uno de los pescados que más omega-3 aporta. Esto último, sumado a su menor tamaño y, por lo tanto, bajo riesgo de bioacumulación de contaminantes, lo clasifican como una fuente de omega-3 excepcionalmente óptima y segura para el consumo humano.